Primero de la Columna


Hablar del Grupo "El Ancla" en Puente Genil es hablar de las raíces y la esencia de los antiguos grupos de picoruchos, donde "empezó todo", uno de los pocos que tras el paso del tiempo han perdurado y mantenido sus señas de identidad, siendo siempre la lumbre de nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna en las tardes del Jueves Santo.
El honor que poseemos los actuales hermanos de este Grupo-Corporación, se lo debemos a todos los hermanos que nos antecedieron, comenzando esta historia con la fundación del grupo en 1931. Tras una primera andadura como segundo grupo, ya que por aquel entonces el conocido como "La Buti" tenia el honor de ser el primero, a principios de los años ´50 desaparece este, siendo a partir de ahí y hasta la actualidad el Primer grupo de esta Cofradía.
Este grupo de picoruchos siempre se ha caracterizado por su gran seriedad durante la estación de Penitencia, cuidando mucho su imagen, siendo identificados por alumbrar con unos antiguos cirios salomónicos de madera, sus cuidadas túnicas y capillos blancos impolutos y sus sandalias, portando como primer grupo mazas y estandartines de la Cofradía. 


Para un mayor entendimiento del papel de nuestro Grupo-Corporación en el seno de la Cofradía de la Columna a lo largo de su extensa historia, les trascribo un artículo de D. Juan Ortega Chacón, extraído del libro del CXXV Aniversario de Las Postrimerías, donde nos lo expone de manera magistral dentro de su contexto histórico: 

Afectos anclados en el recuerdo

Es una verdad incuestionable: el tiempo es la distancia entre dos recuerdos. Mi tiempo- escurridizo y no sabría decir largo o corto- se aferra a vivencias, a veces controvertida, pero siempre ancladas en recuerdos y añoranzas "mananteras". El más entrañable es el de mi primera túnica morada por supuesto, agarrado, fuertemente, a la mano de mi inolvidable padre -incansable e insustituible en su ferviente brega de cada Jueves Santo- a los pies del Señor de la Columna. Y allí siempre, impertérritos en el tramo final del cortejo, estaba, está y estará, el grupo de "EL ANCLA". Es ese un recuerdo, nítido y aureolado, que cada año, como un retoño sentimental, brota del tronco de mi alma.
La Cofradía del Señor de la Columna, al menos en su núcleo principal y directivo, era, a mediados de los años cincuenta, un haz relativamente numerosos de devotos, de añeja tradición, sobrevivientes -en vida, sufrimientos y devoción- a los años terribles de la fratricida Guerra y a los desoladores aún coleantes, de posguerra. Eran aglutinados por el memorable y ejemplar Cofrade Mayor D. Cristóbal Ortega, que había sustituido al "santo" del Tío Paco, cuya generosidad y abnegada entrega serán eterno referente en esta cofradía de la Veracruz, la más antigua de La Puente. 
No se si porque eran años difíciles y resultaban más económicos: porque estaban de "moda" o, simplemente, porque la devoción a las imagenes era más expresiva, pero es lo cierto que las Cofradías -sobre todo las más señeras- se acompañaban en las procesiones por largos cordones de cera de los innumerables "GRUPOS" que, autónomos en su reglamento y organización interna, se ordenaban por rigurosa antiguedad, de atrás a delante. en los pasos titulares. Contrasta con la casi soledad en la que en ocasiones hoy contemplamos a algunos.
La composición de estos "Grupos" era heterogenea en todos los sentidos, variando de año en año. El número de hermanos oscilaba entre los doce y los veintitantos... Tenian por así decir, un nombre de "guerra" - inolvidables algunos como "El Pitarro", "La Buti", "Los Bilorios"...- que poco o nada tenían que ver con su sentido pasionista, pero que resultaban pintorescos. Poseían un cuartel, efímero y modesto. Su compromiso con las Cofradías - los habia que hacían doblete- no iba más allá, en la mayoría de los casos, de alumbrar -vistiendo las túnicas que les eran entregadas en depósito- desde la salida hasta el encierro; alguna visita o encomienda al Titular y -eso sí- ininterrumpida y entusiásticamente dar vivas, entonar cánticos coreados y sentidas saetas, lo que aportaba una singularidad, viva y colorista , a nuestras peculiares procesiones. La Cofradía los recompensaba -también como originalidad en nuestro particular sentimiento cofrade- con una (y a veces hasta dos) "arrobitas" de vino..
De entre todas las Cofradías -junto a la de la Virgen de las Angustias con las que nos unían fuertes vínculos- era la de la Columna la que "presumía" de un mayor número de "grupos", que rivalizaban entre sí en vivas y fervores. Creo recordar hasta más de diez y algunos de sus nombres: "El Trono", "Los Ministros"...Aparecían y desaparecían, sustituyéndose a veces cada año. Eran el III, el VI... Pero el PRIMERO entonces, ahora y siempre, en la Cofradía de la Columna ha sido "EL ANCLA" que, junto a los coraceros de "LA JUDEA", constituyen la guardia de honor ante el majestuoso paso del Señor.
Así que: el golpe seco de la lanza del Quincurión de la Judea que ordena el avance de la escuadra: los vivas al Señor del grupo de "El Ancla"; las notas de los Misereres y marchas de aquel "grupito" de música, que pese a lo menguado de sus componentes no dejaban de tocar, se me funden, añorantes y dulcísimos, en el recuerdo con el tintineo de los guardabrisas al cimbreo del paso. Y el olor agrio del acetileno del alumbrado con el del incienso que, unos monaguillos revoltosos vestidos de cardenal, esparcían en el aire tibio de cada Jueves Santo..
Los hermanitos "insignias" -así los llamaba el Tío Cristobal- con  sus túnicas moradas y algo desgarbados, levantaban al unísono el paso, reiterándose los vivas fervorosos. Detrás, aún recuerdo, recubierto con capa pluvial, al sacerdote leyendo el breviario, contemplativo o recogido en oración..
Pero era el grupo de EL ANCLA el que imponía orden, respeto y elegancia, con sus túnicas blancas impecables; su alineamiento perfecto e indumentaria -que incluía zapatillas- cuidadísima; sus estandartines esbeltos y sus bengalas, como un grandioso preludio al monumental Templete -joya de nuestra Semana Santa- en el que, entre los lirios morados, avanzaba deslumbrante el Señor de la Columna con su vista clavada en los cielos..
Mediados de los años sesenta, una profunda crisis - en lo religioso determinado por las reformas conciliares y otras de índole político- económicas efectó a la sociedad española y por ende a las estructuras semanasanteras. Las Cofradías, hasta entonces mantenidas por mecenas o de estirpe familiar, se quedaron en cuadro. La emigración y otros factores obligaron a la mecanización de los pasos. Las Corporaciones se tambalearon, diezmadas en número y fervores... Y así, los tradicionales "grupos de capiruchos" casi desaparecieron, sobreviviendo, casi testimonialmente, los más emblemáticos. 
Y entre ellos, aferrado a la tradición y firmísimo como su propio nombre, EL ANCLA.
Me consta -y se que muchos no lo han olvidado- la labor callada, la lucha tenaz, de mi inolvidable padre para que los grupos del Señor de la Columna no desaparecieran; por reponer los que desaparecían y cultivar, a la larga, la trama de esos que hoy son ejemplar relevo y núcleo responsable de la Cofradía como fruto de aquél periodo incierto (junto a "El Ancla", "El Arca", "Los Milagros", "Las Negaciones", "La Cruz"...).
Paralelamente se aceleró un proceso de renovación por el cual la Cofradía dejó de ser cosa de unos pocos "comprometidos" o de tradición familiar. Los "grupos" de pasivos acompañantes se erigieron en sustento y base principal. Y ahí los PRIMEROS que dieron el paso adelante fué EL ANCLA, que junto al incondicional e invertebrado apoyo de "La Judea" fueron el reactivo revitalizante de la Cofradía, sumando gentes jóvenes y entusiastas que la consolidarían permitiéndonos el sueño de que en 1974, incorporar a la preciosa Virgen de la Veracruz como cotitular.
Hoy el Jueves Santo es más grande y nuestra Cofradía tiene como carisma y orgullosa enseña el cordón de cera de sus "grupos" en ambos pasos.
Y ahí siguen inamovibles y fidelísimos, "EL ANCLA", Los Coraceros -magnificados con las figuras de las Autoridades Judaicas- componiendo un cartel, alegórico e intemporal, de nuestra Semana Santa.
En 1975, los hermanos del Ancla, sin abdicar de vuestra indeclinable vocación de "grupo", adquiristeis las Figuras Bíblicas de "LAS POSTRIMERÍAS", hasta entonces ligadas a la Hermandad del Calvario y de cuya fundación, en 1881, se cumple el CXXV Aniversario. Al decidido propósito de enriquecer nuestras procesiones sumasteis, con valentía, en 1994, las también alegóricas de "LOS ENEMIGOS DEL ALMA", sin dejar por ello un Jueves Santo de estar a los pies del Señor..
Son muchos los vínculos y afectos que nos unen. En 1979, mi queridísimo padre, os dedicó uno de sus originalísimos "dibujillos" (que ilustra este artículo) con el enorme cariño que os tenía y que conserváis en vuestro cuartel de la castiza calle del Sol.
Quiero expresaros con este mi felicitación más efusiva y terminar, con una estampa en sepia ya, de aquellos años difíciles: de aquellos hombres cabales; de aquellas comuniones fervorosas del Domingo de "Pan y Peces". De aquellas comidas de hermandad, entrañables y apiñadas, que tantas veces compartimos y que se prolongaban después por itinerarios, sonámbulos y sonoros, guiados por nuestra inmortal campanita.. de aquellos brindis; de aquellas saetas y aquellos cantos... De todos aquellos momentos que llevaré grabados mientras viva, con mi admiración y cariño imperecederos, a todos los que se fueron y a los que son en los que clavaré, siempre el ancla de mis recuerdos..
Mi homenaje a los pioneros e infatigables José Melgar, Adriano Luque, José Cejas; Ligero y a Enrique Torres, que se nos fue tan pronto sobre el inmediato relevo de su hijo Pepín... A los incansables Faustino, Francisco Borrero, Calzado, Luis Fernando Reina... !Tantos!. Pero permitidme que como lucero destaque al gran FLORENCIO BARAHONA, conversador amable, filósofo natural, poeta y cantor del pueblo que puso letras al himno y a casi todas las marchas que hoy se cantan en cuarteles y reuniones alcanzando ese privilegio por el que suspiraba Manuel Machado: "Hasta que el pueblo las canta, las coplas coplas no son..."
Quisiera eternizar y eternizarme en aquellos encierros -menos numerosos y sin tanta algarabía- en que quedábamos los más íntimos y fervientes y "EL ANCLA" acompasado por la voz timbrada de Barahona, desgranaba aquellos cantos:
"Como a luz que brilla en el cenit..."
y todos, abrazados y entusiastas, entre cantos, vivas y bengalas..., hasta que el Señor se adentraba en la Ermita. Y EL ANCLA a sus benditas plantas.
Por tantas cosas sois acreedores de poseer la vitola de los Grupos, Corporación con más solera, esencia y tradición de nuestra "Mananta". Y todo ello sin protagonismos, sin presumir de nada. Con raigambre, humildad y acendrados sentimientos. !Dios os guarde por muchos siglos!.


                                                                                     JUAN ORTEGA CHACÓN


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